miércoles, octubre 28, 2015

Vida y aborto: Autonomía, derechos y deberes.

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Por Soledad Alvear Valenzuela
Ex senadora y ex presidenta de la Democracia Cristiana

"Una vida humana sigue siendo vida humana a pesar que no tenga todas sus virtualidades desarrolladas o disminuidas, o que esté mutilada".

¿Por qué una mujer decide no abortar y otra sí? ¿Por qué una mujer asume a un hijo que viene con dificultades y otra mujer no lo hace? La respuesta a estas interrogantes no son fáciles. En general, se plantea que es un asunto de valores, de convicciones, de certezas. Y hoy se habla, también, de autonomía. Pero, ¿qué es la autonomía? ¿Cuáles son sus límites? ¿Puede una mujer, argumentando autonomía, decidir por el feto? Los seres humanos, en lo más profundo de nuestro ser, sabemos lo que es bueno y malo. Sabemos que cuando hacemos lo malo, nos damos argumentos buenos para realizar aquella acción mala. Y nos convencemos que no es tan malo. Pero sigue siendo malo. Esa decisión, es una decisión autónoma, pero subjetiva. Soy yo el que está definiendo lo bueno o malo, en independencia de lo que sea en realidad. Y nuestras decisiones se deben adoptar en cuanto son buenas en sí mismas, independiente de lo que uno crea subjetivamente. La libertad se nos manifiesta como poder. El bien no siempre nos convence totalmente y no nos sentimos obligados a actuar en consecuencia. La libertad nos impulsa a elegir lo mejor, pero podemos no hacerlo, e incluso, podemos llamar bien a aquello que no lo es, a aquello que sabemos que es un mal.

La autonomía personal no es ilimitada. Nunca es total. No puedo apelar a mis derechos -o a mi derecho de elegir- sin tomar en cuenta el derecho del otro y de considerar cuáles son mis deberes.

Aunque parezca extraño afirmarlo, el embrión humano es un ser biológicamente humano. Y tiene vida humana. Debemos realizar un esfuerzo de abstracción para darnos cuenta que ese ser tiene “humanidad” y “vida humana”, y que posee todas las virtualidades para desarrollarse con el correr de los días y meses. 

Los seres y las cosas se definen desde lo que son (su esencia) y no desde lo que nos parecen o sirven. Una mesa sigue siendo mesa a pesar que no nos sirva para comer o no nos guste su color. Una vida humana sigue siendo vida humana a pesar que no tenga todas sus virtualidades desarrolladas o disminuidas, o que esté mutilada, o enferma o con Alzheimer. Una vida humana no se puede definir por su “calidad de vida”, o una vida humana de calidad, como algunos piensan y pretenden. La persona humana no es valiosa por cómo se exprese (una guagua no habla, un anciano con Alzheimer no reconoce a su hijo) sino por lo que es. 

Aunque no nos parezca que en el embrión humano haya vida humana y que sea un sujeto humano, no existe ni puede existir un sujeto humano que no sea persona humana, ni una persona humana que no sea sujeto humano.
El embrión humano es sujeto humano y es persona humana. Y, por tanto, tiene solo derechos, no deberes. Somos nosotros los que tenemos deberes hacia el embrión. Y el primer derecho humano es la vida, es el derecho a existir (simplemente existir y no existir de la forma como yo quiero que exista o sea). Y el primer deber humano es dejar que el otro exista, que el otro sea. 

En la decisión de abortar a otro está en juego el derecho fundamental a la vida, que todos los seres humanos tenemos. El derecho a la vida es un derecho negativo: derecho a que nadie me quite la vida. Y ese es el derecho del embrión, del hijo, del vecino, del amigo y mío. Los derechos no existen por el hecho que los demás o la sociedad acuerden que existen y que los tenemos o porque graciosamente nos los conceden. Los otros y la sociedad los debe respetar porque, justamente, son expresión de la vida humana, de cada vida humana y primera expresión de su dignidad. El aborto es el mayor atropello a los derechos humanos y al primer derecho que es existir.
#Iquique


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