Demográficamente, al igual que el
resto de los países de Latinoamérica, Chile presenta un cambio progresivo y
acelerado de su pirámide poblacional; es el tercer país más envejecido de
Latinoamérica, donde el grupo de 60 años o más
se incrementará a un 19% en el año 2025, con una expectativa de vida que
alcanzará los 80 años.
Desde una perspectiva funcional, un
adulto mayor sano es aquel capaz de enfrentar el proceso de cambio a un nivel
adecuado de adaptabilidad funcional y satisfacción personal (OMS, 1985). De
esta forma, el concepto de funcionalidad es clave dentro de la definición de
salud para el anciano, por ello la OMS (1982) propone como el indicador más
representativo para este grupo etáreo el estado de independencia funcional.
La funcionalidad o independencia
funcional es la capacidad de cumplir acciones requeridas en el diario vivir,
para mantener el cuerpo y subsistir independientemente, cuando el cuerpo y la
mente son capaces de llevar a cabo las actividades de la vida cotidiana se dice
que la funcionalidad está indemne.
Los cambios naturales y problemas de
salud que experimenta el adulto mayor se traducen en la declinación de sus
capacidades funcionales, las que alcanzan su mayor expresión en el adulto
joven, y en la etapa de envejecimiento disminuyen notoriamente.
Si se desea aumentar los niveles de
funcionalidad del adulto mayor, se debe detectar en forma anticipada aquellas
situaciones presentes en el que coloquen en riesgo la mantención de ella, con
la ayuda de instrumentos creados específicamente para este fin.
Estas medidas deben ser llevadas a
cabo por los equipos del nivel primario de atención, es por esta razón que la
autoridad de salud debe preocuparse de sensibilizar y mantener programas de
actualización destinados a quienes trabajan en este nivel, que es el lugar más
indicado para tratar tempranamente las dificultades que aquejan a este grupo
etáreo.
El ser humano, como ser social, en
todas las etapas de su vida está intercambiando experiencias y conocimientos
con su medio, por tanto el aprendizaje no es algo exclusivo de los grupos
jóvenes de la población (OPS, 1999). Los adultos mayores de igual forma pueden
continuar en este proceso de aprendizaje como educandos, pero la perspectiva
desde la cual se les eduque debe ser diferente, esto es, adecuarse a las
características personales por las que está atravesando en esta etapa de su
vida.
Los programas educativos destinados a
potenciar la funcionalidad entre los ancianos deberían contener actividades que
les ayuden a fortalecer aquellas potencialidades que han permanecido en desuso,
entre ellas podemos mencionar la capacidad de crear, relacionarse, comunicar,
aprender, autorrealizarse, dar y recibir afecto, preocupación por otros,
cultivar la espiritualidad.
En este sentido, Santo Tomás sede
Iquique, a través de las carreras del
área técnica de salud brinda apoyo al adulto mayor por medio de los constantes
operativos que realiza y el objetivo
principal no es sólo atenderlos sino también escucharlos.
Ellos seguirán siendo un aporte para
la sociedad, solo debemos otorgarles una oportunidad.
#Iquique
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