
Este profesor de enseñanza básica, con dos post grados y estudios en
Se siente muy cómodo en sus funciones, y con mucho orgullo nos cuenta anécdotas como la de un oficial de carabineros quien asistió a una de las celebraciones típicas de su comuna se comió once choclos con mantequilla y queso, porque eran los más ricos que había comido en todo el país, además ni siquiera almorzó, claro dice sonriendo, quien va a tener deseos de almorzar después de una docena de choclos.
Al terminar su versión número ocho de
Dice que Camiña vivió una fiesta de 48 horas, en donde no faltó la muestra gastronómica, las rogativas tradicionales aymaras, las danzas y cantos de los más antiguos del pueblo, el color y calor de los bailarines de cada una de las comarcas, que se presentaron en la plaza para estar presentes en esta fiesta anual. Los bailarines de “tinku y tobas” competían entre ellos mostrando la gallardía y color de sus trajes, la belleza de sus bailes y danzas, el tradicional sacrificio del cordero para pedir que la cosecha no falle, que sea mejor que la anterior, el mismo alcalde sumado a esta fiesta como un integrante más de sus ritos ancestrales, y el calor que le brindaban los habitantes de esa tierra generosa, cálida, amistosa que turisticamente en 48 horas nos mostró una linda fiesta.
Por último nos manifiesta su preocupación por restaurar el templo destruido por el terremoto, pero eso cuesta $ 300 millones, y como no hay minería en el sector, no es posible que las mineras ayuden a recuperarlo.
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