“La adopción de la inscripción automática y el voto voluntario- pero sin modificar el sistema binominal- podría llevar a una caída histórica en el nivel de participación ciudadana en el proceso electoral chileno".
Por: Carlos Salas Lind (cientista político)
En una democracia estable, pero aún marcada por grandes problemas sociales, es crucial evaluar constantemente el nivel de participación que la sociedad civil ha logrado en el desarrollo integral del país.
Ignorar o menospreciar el rol de la sociedad civil inevitablemente conlleva a la marginalización – de los segmentos más débiles o menos organizados de una comunidad – del necesario proceso de afianzamiento de la cohesión socio-política de un país.
Este proceso, en el que se forman (o se debilitan), los nexos de identificación de los ciudadanos con los valores políticos y sociales que un estado promueve, es fundamental para determinar el grado de fortaleza que una nación desarrolla y proyecta.
En el caso particular de Chile, la falta de voluntad por mejorar los canales de participación ciudadana se está manifestando en el notorio desinterés que despierta en la ciudadanía, el cumplir con el requisito indispensable para ejercer su derecho a sufragio, y que es la inscripción en los registros electorales. Y esta indiferencia no sólo se está manifestado entre quienes cumplen con los requisitos legales para participar en el proceso electoral, sino también entre quienes ya están inscritos, y por ende están obligados a sufragar (1).
Frente a esta realidad, es fundamental que los legisladores tengan presente las eventuales consecuencias – que las diferentes propuestas de modificación a la ley electoral – podrían tener para el desarrollo del proceso político chileno.
Menciono lo anterior, porque llama la atención que muchos actores políticos insistan en lo urgente y necesario que es implementar un proceso de inscripción electoral automática y de voto voluntario, aún cuando las discusiones sobre la reforma al sistema de elección binominal continúan entrampadas.
Aunque comparto plenamente la idea de inscripción automática y voto voluntario, opino que su tramitación debe – necesariamente – estar acompañada de una propuesta de modificación sustancial al sistema electoral binominal vigente. Es necesario tener en cuenta – que la experiencia electoral a nivel mundial – revela que los sistemas de elección mayoritarios como el chileno (en donde los grandes partidos o bloques tienen prácticamente asegurada su representación), tienden a crear menor interés y convocatoria en comparación a los sistemas de elección proporcional (sistemas que – entre otras cualidades – posibilitan la llegada de coaliciones o partidos menores al parlamento).
Consiguientemente, no extraña observar que países que han anulado la ley de voto obligatorio (y de forma particular aquellos que han utilizado sistemas de elección mayoritario como el nuestro), hayan experimentado una fuerte caída en el nivel de convocatoria a las elecciones parlamentarias posteriores.
¿Cuáles podrían ser, entonces, las consecuencias para el proceso político chileno, si implementamos un sistema de inscripción automática y voto voluntario pero sin modificar el sistema electoral binominal?
A diferencia de lo que algunos sostienen (que muchos jóvenes se sentirían más motivados a participar), temo una caída - a niveles históricos – de participación en los procesos electorales venideros.
De igual forma, temo un gasto de campaña electoral inaceptable y grotesco, en donde los grandes bloques políticos concentrarían gran parte de sus recursos en asegurar – que su electorado más proclive – llegue en masa a los lugares de votación el día de las elecciones.
Descrito de forma más directa pero realista, mi temor es que los procesos electorales en Chile terminen convirtiéndose en un vulgar “acarreo” de gente, denostándose todo sustento moral de legitimidad a sus resultados.
Si no hay acuerdo en modificar el sistema binominal, pero se insiste en la tramitación de la inscripción automática, por lo menos deberíamos mantener la obligatoriedad del voto. Es lo aconsejable, porque el riesgo a que la calidad de nuestra democracia empeore (al combinar un sistema electoral mayoritario – como el binominal – con un régimen de inscripción automática y voto voluntario), puede ser mucho mayor que los beneficios promovidos con la reforma.
1.- En efecto, las cifras indican que de un universo electoral de aprox. 8.000.000 de personas en el año1988, casi un 93% se inscribió en los registros electorales. Sin embargo, a partir de esa fecha el porcentaje de inscritos, en relación al universo electoral, ha caído continuamente, hasta llegar a una cifra cercana al 78% en la actualidad.
De la misma manera, el porcentaje de personas que han acudido a votar y que han elegido una opción presidencial, ha caído desde aprox. un 96% en 1988, a casi un 85% en la última elección. Esta tendencia es aún más notoria, si consideramos las elecciones de diputados desde el año 1989 hasta el 2009 (Fuente: elecciones.gov.cl).
http://www.carlossalas.com/wordpress/?p=63
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