De “moda” de
ambientalistas no tardó en convertirse en imperativo y tendencia mundial. En la
última década la sustentabilidad se ha transformado en un eje central para la
supervivencia del sector agrícola, donde las manifestaciones cada vez más
elocuentes del cambio climático han terminado por convencer incluso a los más
escépticos. Escenario que en Chile está gatillando diversas acciones
público-privadas, enfocadas a impulsar proyectos que permitan hacer frente a la
compleja realidad climática del siglo XXI.
Diciembre de 1998 y Eduardo Donoso, recién
egresado de Agronomía de la Universidad de Talca, por fin recibía la
notificación de la Fundación para la Innovación Agraria: junto a un compañero
de curso se habían adjudicado el financiamiento para desarrollar un
revolucionario proyecto que buscaba controlar plagas y enfermedades a través de
métodos biológicos. Diecisiete años después, esta iniciativa aún es considerada
un proyecto emblemático de FIA en materia de agricultura sustentable.
El apoyo de la Fundación dependiente del
Minagri, fue el impulso que necesitaban para iniciar un emprendimiento que
desde sus orígenes no ha parado de crecer, concentrando actualmente el 50% del
mercado nacional de insumos biológicos para el agro. Y es que desde un comienzo
los productos desarrollados por estos jóvenes demostraron una alta efectividad,
lo que fue corroborado por los propios agricultores quienes tras probar los
insumos quedaron sorprendidos con los resultados, impresión que no tardó en
diseminarse por los campos del Maule, dando origen a una demanda a gran escala
y a un negocio de insospechadas proyecciones.
Tal fue el interés por los productos, que
Paulo Escobar y Gustavo Lobos, dos agricultores que utilizaron con éxito los
biocontroladores, le propusieron a Donoso formar una sociedad e inyectar
recursos al emprendimiento para asegurar su continuidad en el mediano y largo
plazo. A Eduardo la propuesta le vino “como anillo al dedo”, dado que su socio
original había emigrado al extranjero y, por otra parte, estando al alero de la
universidad no podía aspirar a darle una salida comercial a sus ideas.
Sin perder tiempo y con la convicción a tope,
el año 2002 Donoso, Escobar y Lobos crearon la empresa Bio Insumos Nativa y
comenzaron la construcción de su laboratorio y centro de operaciones. En ese
momento se ganaron otro proyecto FIA, para desarrollar Bacillus thuringiensis,
un insecticida biológico que hoy está catalogado como uno de los mejores
productos orgánicos del programa nacional de control de Lobesia botrana.
Condición sine
qua non
Con 13 años en el mercado, Bio Insumos Nativa
fue la primera empresa chilena desarrolladora de biosoluciones y hoy su visión
sustentable ha sido replicada por las gigantes transnacionales de los
agroquímicos, las cuales se han visto presionadas a desarrollar productos
similares a los que ofrece la firma que lidera Eduardo Donoso, para quien esta
visión está lejos de ser una moda.
Para el joven ingeniero la sustentabilidad
constituye un principio irrenunciable, base para producir alimentos sanos,
favoreciendo al mismo tiempo la preservación del medio ambiente y los recursos
naturales, y generando además valor económico a los agricultores.
La empresa realiza recolecciones de
microorganismos nativos de Chile, los cuales estudia durante tres años, para
posteriormente desarrollar e introducir un producto al mercado, caracterizado
por su alta eficacia e “impacto cero” sobre las personas y el medio ambiente.
De entrada, Donoso lanza que la
sustentabilidad es un requisito insoslayable a la hora de pensar en modelos de
desarrollo responsables para el siglo XXI. “En su momento la agricultura
sustentable marcó una gran diferencia con la agricultura convencional, pero esa
brecha cada año se ha ido reduciendo, al punto que hoy 8 de cada 10 productos
biológicos que se venden en el mundo son utilizados por la llamada agricultura
convencional”, comenta.
El profesional explica que la agricultura
sustentable partió en la década de los ’80, casi como una excentricidad, sin
embargo hoy en día constituye un principio básico del negocio agropecuario.
“Toda empresa agroexportadora que pretenda obtener buenos precios, tiene que
ser sustentable. No hay alternativa”.
Claramente la sustentabilidad pasó de ser una
moda y se transformó en una exigencia del mercado. En esta línea, el director
de Investigaciones y Posgrados de la Facultad de Agronomía e Ingeniería
Forestal de la Pontificia Universidad Católica, Francisco Meza, advierte que en
los próximos 20 o 30 años va a ser necesario que la agricultura cumpla con
estándares de sustentabilidad, tanto sociales, como económicos y ambientales.
Para el académico, la agricultura sustentable
“es una agricultura capaz de entregar bienes y servicios para la población,
generar condiciones de desarrollo tanto sociales como económicas para las
personas que dependen de ella y mantener o incrementar el capital ambiental,
preservar suelos o mejorar la calidad de estos, preservar o mejorar la calidad
de las aguas y reducir su huella ecológica”.
Por su parte, FAO apunta al manejo y
conservación de los recursos naturales y a la orientación de cambios
tecnológicos e institucionales “de manera de asegurar la satisfacción de las
necesidades humanas en forma continuada para la presente y futuras
generaciones”.
La Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura, agrega que el desarrollo sustentable
“conserva el suelo, el agua y recursos genéticos animales y vegetales, no
degrada al medio ambiente; es técnicamente apropiada, económicamente viable y
socialmente aceptable”.
Innovación
para la adaptación
Es evidente que en nuestro país la
sustentabilidad ha ganado terreno, transformándose en el eje de la agricultura
chilena del futuro. Una tendencia que se ha intensificado producto de la toma
de conciencia del sector respecto de los efectos del cambio climático, y del
convencimiento de los agricultores de la necesidad de adaptarse a esta realidad.
Diversos han sido los eventos meteorológicos
extremos que este 2015 han tenido lugar en nuestro país, con una sostenida y
grave sequía que impactó con particular dureza a la agricultura sureña, y las
catastróficas lluvias de fines de marzo en la Región de Atacama.
Un escenario que pone a la agricultura en
estado de alerta, obligándola a emprender acciones orientadas a adaptarse a los
desafíos climáticos, donde la sustentabilidad y la innovación son componentes
claves.
Ante la urgencia de la situación, desde el
Estado se han tomado muy en serio esta tarea, siendo la Fundación para la
Innovación Agraria del Ministerio de Agricultura (FIA) una de las entidades
gubernamentales que más dinamismo ha mostrado en la materia.
Un compromiso que en julio de este año fue
refrendado con la apertura del Concurso de Proyectos de Innovación en
Agricultura Sustentable, el cual se orienta a la gestión de los recursos
naturales y productivos, como un modo de enfrentar los cambios en el
comportamiento de las variables climáticas que están afectando al país, además
de aumentar de manera sustentable la productividad agraria.
Al respecto, el director ejecutivo de FIA,
Héctor Echeverría explica que, en el marco de este concurso, los proyectos
deben desarrollar y validar nuevas alternativas productivas que se adapten a
los cambios observados en las variables climáticas y su comportamiento en el
tiempo. “O bien, generar soluciones orientadas a resolver problemáticas
relacionadas con la alteración de rendimientos, de calidad y rentabilidad de
los sistemas de producción por efecto de la variabilidad climática”.
El concurso de FIA se centra en 4 áreas
relevantes. La primera de ellas está enfocada al manejo de los recursos
hídricos, buscando innovaciones que permitan aumentar disponibilidad, acceso,
calidad y eficiencia en el uso del agua en sistemas productivos agrarios. La
segunda área tiene relación con la diversificación productiva, que se enfoca en
la introducción, domesticación, adaptación o mejoramiento de especies y variedades
que permitan la acomodación de sistemas de producción a las nuevas condiciones
climáticas, así como a las oportunidades de mercado.
“También hemos priorizado iniciativas que
contribuyan a prevenir y controlar la introducción de nuevas plagas y enfermedades
o una mayor propagación de aquellas ya existentes en el país; y por último,
iniciativas orientadas a desarrollar y validar soluciones tecnológicas y
medidas tendientes a minimizar los efectos negativos de situaciones de estrés
abióticos, como por ejemplo, los golpes de sol, granizos, heladas y lluvias
torrenciales, entre otros”, complementa la jefa de programas y proyectos de
FIA, Gabriela Casanova.
Abierto desde el 3 de julio, el proceso de
postulación cierra el 3 de septiembre próximo a las 17:00 horas. Echeverría
explica que los resultados y beneficios generados deben ser de interés público
y dar respuesta a requerimientos de un grupo importante del sector agrícola,
pudiendo postular organizaciones de productores, universidades, centros de
investigación y transferencia, entidades consultoras y de asesoría técnica.
Los proyectos tendrán un plazo de hasta 48
meses y los estudios hasta 12. “Aquellos proyectos o estudios presentados por
universidades, centros de investigación o entidades consultoras, deben estar
asociados a organizaciones o empresas del sector productivo y privado”,
concluye el director de FIA.
#Iquique
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