En el mes de abril del año 2010
tuve el tremendo privilegio de ser convocado para trabajar en el gobierno del Presidente
Sebastián Piñera, más aún, me pidieron que encabezara una institución preciosa
como el Servicio de Cooperación Técnica, SERCOTEC, que tiene como misión apoyar
a los micro y pequeños empresarios y emprendedores del país. Junto con esto, el
Presidente de la República
nos encomendó la tarea de salir en apoyo de comerciantes afectados por el
terremoto y el tsunami de febrero de 2010, sin duda un gran desafío y orgullo.
En ese contexto fue que conocí a Felipe Cubillos.
Nuestro primer encuentro tuvo un solo tema:
¿Cómo, juntando fuerzas, podríamos hacer más cosas por los microempresarios que
lo perdieron todo? Nuestra conversación fue sin protocolos, ni pérdidas de
tiempo. Fue franca, directa y, por sobre todo, decidida. Así era Felipe y así también,
queríamos que fuera SERCOTEC. Entonces, sin perder ni un solo segundo, nos
pusimos a trabajar. Nos fuimos haciendo amigos y gracias a su tremendo corazón
y fuerza, pudimos hacer mucho más de lo
que hubiéramos pensado originalmente.
No se rendía jamás, una y mil
veces insistía, pero no desde la exigencia, sino por el contrario, siempre entendiendo
que se había formado un equipo y que había que hacer todo, absolutamente todo,
para poder ayudar más, mejor y más rápido. Era un motor. Simplemente, no
paraba.
Felipe era cariñoso, cada vez que
nos visitó, bastaba con que se abriera la puerta del ascensor para que se
escuchara: ¿Cómo están los funcionarios del mejor servicio público de Chile? Y
así caminaba hasta mi oficina, saludando uno a uno a los funcionarios con
quienes se encontraba.
Hace dos meses estuvimos juntos
en Juan Fernández. Inauguramos los locales comerciales que los propios
habitantes de la Isla
habían armado, con el aporte de SERCOTEC, Minera Doña Inés de Coyahuasi, la Fuerza Área de Chile, la Armada Chilena y el
incansable trabajo de los voluntarios del Desafío Levantemos Chile. Estaba
dichoso, con una sonrisa que no le cabía en la cara y varias veces nos repitió
que lo que más le gustaba era ver cómo el Gobierno, la empresa privada, las
FF.AA, los voluntarios y lo más importante; los propios isleños, le daban forma
a la reconstrucción de la isla.
Felipe tenía una tremenda fuerza
interior, capaz de atraer voluntades y derribar obstáculos, era libre de
espíritu y valiente. Fui testigo de lo mucho que logró hacer y ayudar y más allá
de lo que reconstruyó, su legado está en el corazón de todos quienes lo
conocimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario