Muy cerca de Cusco, a
casi 5 mil metros de altura, se realiza Quoyllur Riti: la colorida
peregrinación de naciones indígenas más grande de América. Música, baile y, por
supuesto, comidas típicas marcan esta gran fiesta religiosa, la única en el
mundo que se celebra junto a un glaciar milenario.
El
próximo 17 de junio se celebrará una de las fiestas religiosas más importantes
de Perú y de todo el mundo andino. Entonces, más de cien mil fieles
provenientes de distintos rincones de las provincias del Cusco celebrarán
Quoyllur Riti. A 4.600 metros de altitud, en el santuario de Sinakara del
pueblo de Mahuayani, todos los años se realiza este peregrinaje –con viento,
nieve y un frío que puede llegar hasta los menos 4 grados Celsius– hasta los
faldeos del Nevado de Sinakara, donde se celebra al Señor de Ccoylloritti.
El
origen de esta colorida romería –su fecha varía entre mayo y junio, debido al
calendario andino– radica en la fusión de las tradiciones católicas y andinas,
que en este caso se plasma en la devoción de la imagen de un Cristo
personificado en el llamado “Señor de la Nieve Brillante”. Más allá del
carácter religioso, el sentido de fondo del ritual es la integración del hombre
con la naturaleza y, de manera específica, con los dioses de las montañas.
“Estrella de la nieve” en
lengua quechua, el Señor de Quoyllur Riti se basa en un antigua creencia que
cuenta que, disfrazado de pastorcito, el niño Jesús se le apareció a Marianito
Mayta, un niño indígena, y que ambos se convirtieron en amigos. Cuando los
padres de Marianito los encontraron –vestidos con hermosos atuendos– avisaron
al párroco del lugar, quien intentó capturar sin éxito al niño Jesús y en su
lugar apareció una piedra. Marianito, en tanto, murió de inmediato y fue en ese
instante que la imagen del Señor de Quoyllur Riti se fijó sobre la roca.
Considerada Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde 2011, la peregrinación
entremezcla tradiciones precolombinas y católicas, y está marcada por fuegos
artificiales, la música y los bailes de decenas de delegaciones de bailarines
de distintas localidades. Así, se trata de una de las fiestas indígenas más
populares de América y una de las ceremonias religiosas más grandes del mundo.
Cada año, familias enteras
compuestas desde niños pequeños hasta ancianos, viajan por días y horas,
ataviados con sus mejores ropas, hasta llegar a la pequeña localidad de
Mahuayani, ubicada a unas tres horas en bus de Cusco. Desde ahí, los diez mil
peregrinos –pastores, comerciantes y curiosos– inician el peregrinaje hasta el
santuario de Quoyllur Riti, distante a 8 kilómetros en subida, en un camino
señalizado con nueve cruces de madera, que indican los lugares de descanso. El
trayecto completo demora unas cinco horas aproximadamente, y en este destaca el
llamado “mercado simbólico de las Alacitas”, que es una feria de artesanías en
miniatura.
Al pie del nevado Ausangate, al
llegar santuario –rodeado de montañas y muy cerca de un glaciar milenario– por
la tarde comienza la fiesta, en la cual unas 200 comparsas hacen su entrada
acompañadas por bailes que simbolizan a diversos personajes míticos de los
Andes. La fiesta se extiende hasta la noche, cuando aparecen las tiendas de los
campamentos e improvisados restaurantes que ofrecen los platos típicos de la
región: cuy asado, suculentos caldos de cabeza y un plato llamado “pftutti”,
que es una sopa elaborada con alpaca y chuño.
Al día
siguiente continúan las ceremonias y a medianoche un grupo de fuertes Queros
–pobladores de la que, se dice, es la más pura comunidad quechua del Perú–
parten hacia las cumbres del nevado en busca de la llamada Estrella de la
Nieve. Con la salida del sol, los fornidos peregrinos cargan sobre sus espaldas
grandes bloques de hielo sagrado –el que simbólicamente bendecirá sus tierras–
hasta el santuario donde se celebra la misa central de la fiesta. Finalmente,
al ritmo de las últimas comparsas, el campamento comienza levantarse y se
inicia la el regreso de los peregrino hacia la antigua capital inca, Cusco,
donde las procesiones del Corpus Christi se toman las calles y plazas, repletas
de personas, música y color.
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